-¡Un doctor!-
Una mujer gritaba desesperada por
ayuda y no pasaron más de unos minutos antes de que un paramédico estuviese a
lado del tembloroso cuerpo de Ryosuke, se sacudía levemente, sus ojos
desorbitados miraban hacia la nada, pero sus brazos abrazaban fuertemente el pequeño
bulto ruidoso entre ellos, lo apresaban como si fuese el más preciado tesoro y sus
uñas se encajaban hasta casi hacer daño.
-No, no, no- era la única palabra
que parecía salir de su boca, casi como una oración, pequeños y repetidos susurros.
La gente iba aumentando a su alrededor para ver lo que sucedía, husmeando y
cuchicheando sobre el joven tirado en el suelo, llorando con un bebé en brazos.
Yuto rodó los ojos con fastidio
antes de tomarlo en brazos y llevarlo hasta la ambulancia, ignorando por completo
al joven paramédico que arrastraba una camilla hacia él, su expresión era
estoica, ero a cada aso sus manos iban ahorcando la piel a su alcance, pellizcando
y lacerando .
-¿Creíste que no sabría?- susurró en el oído de Yamada y eso
fue suficiente para que Ryosuke se quedara callado, su expresión en blanco, la respiración
calmada, pero los brazos aun alrededor del cuerpo de una llorosa Mei.
Parecía todo tan irreal, se rindió
ante el sedante que ahora corría por sus venas, miró alrededor de la ambulancia
y entonces entendió el peso de sus acciones, y sabía que estas tendrían consecuencias,
estaba seguro de ello. Entonces el miedo llegó, quizá demasiado tarde pero con
intensidad, y de nuevo deseó estar muerto porque sabía que algo peor vendría,
lo sabía. Y ahora trató de luchar de evitar cerrar los ojos, pero no pudo, lo último
que hizo fue apretar de nuevo el ahora calmado y diminuto cuerpo sobre su pecho
y cedió a la terrible oscuridad, llevándose como última imagen la maldita
sonrisa en los labios del diablo.